Ma eccoli i tedeschi che ridono con livore e si divertono macabri al freddo. Lanciano monetine nella pozza d’acqua ghiacciata e costringono Alfred Nakache a recuperarla, pena la morte sua e del compagno che gli sta accanto. Ma tra giacigli duri e latrine, inganni dello stomaco con brodaglia sporca e un tozzo di pane per fargli credere di essere pieno, il pensiero costante di ricongiungersi con i propri cari che funge da leitmotiv, i mesi passano, e i due, sopravvissuti alla tragica esperienza, quando arriverà il giorno della liberazione, la racconteranno.
Il primo ritornerà a casa, si risposerà, vincerà altri importanti competizioni sportive, l’altro diverrà primario di neuropsichiatria a Vienna e scriverà trattati importanti. “Guai a chi non si ritrova l'unico suo sostegno del tempo trascorso nel lager - la creatura amata. Guai a chi vive nella realtà l'attimo del quale ha sognato nei mille sogni della nostalgia, ma diverso, profondamente diverso da come se l'era dipinto. Sale sul tram, va verso la casa che per anni ha visto davanti a sé nei pensieri e solo nei pensieri, suona il campanello - proprio come lo ha desiderato ardentemente in mille sogni ... ma non gli apre la persona che avrebbe dovuto aprirgli - e non gli aprirà mai più la porta”, scriverà Frankl in uno dei suoi testi, Uno psicologo nei lager. L’esperienza vissuta ha segnato entrambi per sempre, ma la resilienza ha fatto la sua parte. L’importante è non dimenticare. Lo ribadisce anche Raul Bova in finale. Molti applausi.
La voz es tranquila, el tono sereno, dulce. Raoul Bova cuenta dos historias paralelas en el escenario del Teatro Comunale, para la temporada Ama Calabria, doblando entre los dos atriles que sostienen las desesperadas partituras. Las notas son tristes, punzantes, mordaces. Pero que así sea. Lo importante es no olvidarlas, conocerlas, tenerlas presentes y, sobre todo, transmitir el recuerdo.«El nadador de Auschwitz» es el espectáculo que vamos a seguir, un relato de las vidas paralelas de dos hombres internados en Auschwitz, la de Alfred Nakache -conocido como “Artem”, recluso número 172763, que de niño tenía fobia al agua y nada hubiera predicho que se convertiría en uno de los nadadores más fuertes del mundo y varias veces plusmarquista- y la de Viktor Frankl.
El primero, pues, nadador de profesión, el otro, médico neuropsiquiatra, unidos por la fuerza de vivir, la inteligencia y la esperanza, lograrán ambos encontrar la fuerza para resistir y salvarse. Una partitura compleja, compuesta por diferentes sonidos que inducen en la mente del espectador múltiples imágenes de horror y dolor. Un doloroso recuerdo de la Shoah.
Pero ahí están, los alemanes riendo lívidamente y divirtiéndose macabramente en el frío. Tiran monedas de un céntimo al charco de agua helada y obligan a Alfred Nakache a recuperarlas, so pena de su muerte y la de su camarada a su lado. Pero entre camas duras y letrinas, trucos estomacales con bazofia sucia y un trozo de pan para hacerle creer que está lleno, el pensamiento constante de reunirse con sus seres queridos actuando como leitmotiv, los meses pasan, y los dos supervivientes de la trágica experiencia, cuando llegue el día de la liberación, lo contarán.
El primero volverá a casa, se volverá a casar, ganará otras competiciones deportivas importantes, el otro se convertirá en jefe de neuropsiquiatría en Viena y escribirá importantes tratados. «Ay de aquel que no encuentra su único apoyo de su tiempo en el lager: su amada criatura. Ay de aquel que vive en la realidad el momento con el que soñó en los mil sueños de la nostalgia, pero distinto, profundamente distinto de como lo había pintado. Sube al tranvía, se dirige a la casa que ha visto delante de él durante años en sus pensamientos y sólo en sus pensamientos, llama al timbre -tal como lo ha anhelado en mil sueños... pero la persona que debería haberle abierto la puerta no se la abre, y no se la abrirá nunca más», escribió Frankl en uno de sus textos, Un psicólogo en los lagos. Su experiencia marcó a ambos para siempre, pero la resiliencia desempeñó su papel. Lo importante es no olvidar». Raoul Bova también lo reiteró en el final. Muchos aplausos.