Questo inclassificabile pregiudizio è il tema centrale del monologo “Il nuotatore di Auschwitz” che Raoul Bova ha portato in scena ieri (18 novembre), con l’efficace regia di Luca De Bei, al Cinema Teatro Kennedy.
L’attore romano ha dato vita a una solida prova attoriale, nella triplice interpretazione sia della voce narrante che dei due protagonisti.
Non è mancata l’emozione – confessata genuinamente dallo stesso attore a fine spettacolo –, dovuta al ritorno a Fasano, luogo a lui molto caro.
“ll nuotatore di Auschwitz” – ispirato alla storia di Alfred Nakache e all’adattamento del libro “Uno psicologo nei lager” di Viktor E. Frankl – ha aperto di fatto la nuova Stagione di Prosa fasanese.
Ad aprire, i saluti dell’Assessore alla cultura Cinzia Caroli in rappresentanza della nostra Amministrazione che ha organizzato la rassegna in collaborazione con il Teatro Pubblico Pugliese.
La storia, dunque, vede intrecciarsi due storie. Due vite speculari, catapultate in un luogo orrorifico che faranno della resilienza il loro unico scopo.
La prima è quella del nuotatore francese di origine ebraica Alfred Nakake, escluso per questo dai campionati francesi del ’43, che finirà per essere detenuto ad Auschwitz, dove perderà moglie e figlia.
La seconda è quella del neurologo e psichiatra austriaco Viktor Frankl, anche lui di origini ebraiche e anche lui sopravvissuto alla prigionia nei campi di concentramento.
Frankl, che perderà anche lui la sua famiglia, dopo la liberazione scrisse in pochi giorni un memoir sulla terribile esperienza vissuta.
Il monologo è quindi una lucida riflessione sulla sofferenza, la morte, la libertà di scegliere e l’amore per la vita.
Due storie di dolore, di morte e di rinascita.
Così come fece il nuotatore gareggiando alle Olimpiadi di Londra del 1948.
Così come fece lo psicologo scrivendo il libro che per tutta la prigionia aveva custodito nella sua mente.
Un inno alla vita. Un invito a farsi coraggio, a resistere e a combattere tutte le forme di sopruso.
Con tenacia, così come affermava Roosevelt: «Quando sei alla fine della corda, fai un nodo e tieni duro».
El antisemitismo es una historia interminable. Y lo que está ocurriendo en Gaza es sólo el último de sus capítulos.
Este prejuicio inclasificable es el tema central del monólogo «El nadador de Auschwitz» que Raoul Bova puso en escena ayer (18 de noviembre), bajo la eficaz dirección de Luca De Bei, en el Cinema Teatro Kennedy.
El actor romano ofreció una sólida actuación, en la triple interpretación tanto del narrador como de los dos protagonistas.
No faltó la emoción -confesada genuinamente por el propio actor al final de la representación- por el regreso a Fasano, un lugar muy querido para él.
«El nadador de Auschwitz» - inspirada en el relato de Alfred Nakache y en la adaptación del libro “Un psicólogo en las lagunas” de Viktor E. Frankl - inauguró la nueva Temporada de Prosa de Fasano.
Para abrir, saludos de la Consejera de Cultura Cinzia Caroli en representación de nuestra Administración, que organizó el evento en colaboración con el Teatro Pubblico Pugliese.
La historia, pues, ve entrelazarse dos historias. Dos vidas especulares, catapultadas a un lugar horroroso que hará de la resiliencia su único propósito.
La primera es la del nadador francés de origen judío Alfred Nakake, excluido por ello de los campeonatos de Francia del 43, que acabará detenido en Auschwitz, donde perderá a su mujer y a su hija.
El segundo es el del neurólogo y psiquiatra austriaco Viktor Frankl, también de origen judío y también superviviente de la reclusión en los campos de concentración.
Frankl, que también perdió a su familia, escribió unas memorias sobre su terrible experiencia a los pocos días de la liberación.
El monólogo es, por tanto, una lúcida reflexión sobre el sufrimiento, la muerte, la libertad de elegir y el amor a la vida.
Dos historias de dolor, muerte y renacimiento.
Como hizo el nadador al competir en los Juegos Olímpicos de Londres 1948.
Como hizo el psicólogo al escribir el libro que había guardado en su mente durante todo su encarcelamiento.
Un himno a la vida. Una invitación a armarse de valor, a resistir y luchar contra toda forma de abuso.
Con tenacidad, como decía Roosevelt: «Cuando estés al final de la cuerda, haz un nudo y agárrate».
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